LA EMPRESA Y EL MEDIO AMBIENTE.
En los títulos anteriores se analizó
la coyuntura, entendiendo que el mero crecimiento no asegura un desarrollo
económico sustentable y también, como la sociedad ha pasado de un estadio de
producción a otro de consumo. Dichas circunstancias ponen en evidencia una
realidad donde el medio ambiente parece relegado por el uso irresponsable de
los recursos naturales no renovables, el estímulo artificial del consumo, la
contaminación y el desperdicio. En la intersección de los procesos descriptos
aparece la empresa como factor central en la economía de mercado y como
impulsora del consumo. Esta circunstancia lleva a reflexionar acerca de su rol
como agente económico y como institución social. A primera vista surge una
contradicción intrínseca entre la generación de ganancia y la capacidad de la
empresa de realizar una contribución social. Sin embargo, la ganancia y la
rentabilidad son esenciales para la sociedad incluso más que para una empresa
considerada individualmente. Pero la rentabilidad no es el propósito de la
actividad de la actividad empresaria, sino un factor limitativo. […] En
realidad una empresa puede realizar un aporte 6 social solo si es rentable.
Para decirlo sin ambages, no es probable que convenga trabajar en una compañía
en quiebra, o que ésta sea un buen vecino y un miembro deseable de la
comunidad
Lo cierto es que, más allá de la
apreciación de Drucker acerca del requisito de rentabilidad, la empresa para
ser legitimada, deberá respetar ciertos valores en las relaciones con sus
trabajadores, clientes y proveedores y con la comunidad de la cual forma parte.
En tal sentido, ¿cuál es la responsabilidad de la empresa en materia
ambiental?; para comenzar debemos considerar que las funciones del ambiente
son, según Winpennny 9 , ser fuente esencial de recursos, sostener la vida
humana y actuar como reservorio de residuos. Podemos establecer distintos
grados o estadios en la obligación de la empresa respecto del medio ambiente:
el cumplimiento de las normas ambientales; la responsabilidad por las
influencias de su actividad más allá de las exigencias legales y, finalmente,
una actitud proactiva que lleva a convertir en oportunidades la preocupación
por lo ambiental.
El cumplimiento de la ley
Nadie pondría en duda la obligación de
cumplir con las normas vigentes en materia ambiental y existe una pronunciada
tendencia a creer que dicho acatamiento es de por sí un comportamiento ético.
Pero, el ámbito de la ética es bastante más amplio que el de las normas
legales, tenemos que decir que las leyes son insuficientes para que una
sociedad sea justa y, en concreto, que son insuficientes para garantizar que
una empresa funcione en forma justa, y de ahí la necesidad de que vengan
complementadas por una ética de la empresa.
Las reformas legales son lentas y una
sociedad no siempre puede esperar a que una forma de actuación esté recogida
por una ley para considerarla correcta.10 A modo de ejemplo, baste considerar
que el marco normativo en materia ambiental depende del grado de desarrollo de
los países y constituye un elemento clave para las empresas en materia de
aprovisionamiento de recursos o localización de plantas o mercados. Pachauri11
señala que en las sociedades más pobres y débiles no hay sistemas de alerta
temprana ni de protección, por lo cual resultan más vulnerables. Para la
apreciación ética de la conducta de la empresa, no basta con respetar los
mínimos legales y aprovechar las facilidades de los lugares menos protegidos;
deben existir ciertos estándares mínimos basados en el principio de la
solidaridad que las empresas deberán respetar independientemente del lugar
donde desarrollen sus negocios.
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